Soy de reyes, en mi cama.
Soy atea, creo en sonrisas pasajeras que me roban el sueño.
Soy pacifista, me defiendo con uñas y dientes.
Me gusta que me despierten con besos, prefiero dormir sola.
Soy amable, insoportable cuatro días al mes.
Soy de mente abierta, no apta para todos los públicos.
Intento ser humilde, parezco creída.
No creo en amores duraderos, creo en amores verdaderos.
Nunca estoy preparada para una relación, soy adicta a la pasión del primer día, a los piques, a la indiferencia, a acabar y volver a empezar.
No me gusta competir con nadie, sé en lo que destaco y en lo que no.
No sé si soy inteligente, lista, o intelectual; o simplemente estoy.
No me gusta pelear, debajo de algunas piedras me sale algún enemigo.
Soy fría en mis relaciones, caliente cuando me enamoro.
No soy rencorosa, hay cicatrices que me recuerdan que no debo olvidar.
Soy graciosa, payasa, poeta de risas; al menos dos veces al mes necesito una dosis de canciones tristes y gastar un par de pañuelos en lágrimas retenidas.
Soy tímida, no pudorosa.
Devoro libros, odio estudiar.
Soy adicta a escribir, me avergüenza que me lean alto.
Pocos saben leer en alto lo que yo escribo en bajo.
Me encanta hablar por teléfono, odio el tono de llamada.
Creo en la rutina, no sé marcarme ninguna.
Me pierdo en algunas noches de fiesta, me encuentro en un lápiz y un papel.
Odio a la gente mala, tengo picardía.
Si paso por tu lado puedes girarte, soy borde si me hablas.
Soy provocadora pero no me provoca serlo.
He roto tabúes, no sé cuales.
Soy solitaria, odio las ausencias.
Soy coherente, a la vez, inconsecuente.
Tengo principios, los negocio si me roban el corazón.
Predico la tolerancia, soy intolerante conmigo misma.
No hablo el ingles, me gusta el francés.
Adoro el arte, me aburren los museos.
Estoy llena de amor propio,
salvo cuando estoy enamorada.