Me llamas desde tu altar oscuro,
desde la llama negra,
desde lo más profundo
de tu suspiro.
Aparezco negro como tu noche
fuerte y potente
tiemblas ante mi presencia
pero el miedo en tu semblante
no se refleja.
Dime: ¿Qué quieres, muchacho
inconsciente?
El sentir es saber,
y ahora sientes el calor,
ahora sientes mis manos, que
acarician, tu piel desnuda,
ahora sientes mi infernal calor,
ahora sientes como te despojo
de tu oscura túnica,
ahora nota en tus manos,
mi pasión.
Escucha la potencia de mi amor,
mi bífida lengua,
habla muchos idiomas,
pero para expresar mí deseo
no necesito, palabras
solo con mis manos
y el resto de mi cuerpo,
te pido lo que quiero.
Entiéndeme tu a mí,
muchacho inocente,
si sabes
lo que te conviene.
Aférrate a este carnal
instrumento,
abraza con tu cuerpo,
este miembro viril
deja que te penetre que te
invada mi fiera naturaleza,
pues la lujuria y el placer,
son baldosas amarillas,
en el camino a mi reino.
Te abrazo fuertemente
y te elevo como al cáliz,
pues eres, mi cáliz donde
verteré mi vino,
copa de carne,
suculento goce
eres para mi hermoso
muchacho.
Mis tenebrosas alas
te envuelven, el orgasmo, en
conjunto nos llega
¡bésame, te lo ordeno!
Ahora se derraman los goces,
ahora los jadeos se relajan pero
mi abrazo, se hace más fuerte,
dormido te dejo acostado en la
alfombra envuelto en mi oscura
sombra.
Y yo vuelvo a mi lugar para
contemplarte desde arriba
desde tu altar oscuro,
de tu lugar sombrío.