Te abandoné, es verdad.
Hui del paraíso sin mirar atrás.
Dejé sin nombrar las cosas
y las criaturas.
Todo se volvió salvaje, natural.
Había creado el caos.
Mientras tus manos se extendían
a mis espaldas,
eché a andar libre de culpas.
Crucé los límites del Edén
hacia una tierra oscura,
sin amo ni dueño,
con la soledad encendida
y el genio atado a los pies.
Busqué mi propia luz,
después de haber dejado
la pasión inconclusa
y el deseo al borde del abismo.
Fui la madre, la hija,
la esposa fiel de mil demonios.
Maldita para siempre
y amada por toda la eternidad.
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