¡Y qué si me quiero morir de amor! ¿y qué si quiero llorar durante horas, meses o años?... y qué importa si paso de trago en trago, llamo en silencio al idiota ese que me hizo sufrir o repaso una y otra vez la escena final, o planeo secretamente una conspiración en su contra.
No me importa gastar mi tiempo con la misma maldita canción de la emisora o abrazando fuertemente mi almohada.
NO. No me importa en lo más mínimo explotar en lágrimas, retorcerme en ira, odio o venganza. morderé la pared todo lo que quiera y hostigaré a mis amigas con la misma historia de desamor, recibiendo una y otra vez los mismos concejos de "como odiar a ese idiota" y "como Dios recompensa a las mujeres buenas".
SI. Realmente no me interesa leer sobre desapegos, amor con libertad, límites o cualquier otra práctica dominada del amor. Yo lo que quiero es Amar con locura, con ceguera, con obstinación, COMO AMAN LOS POETAS, con el fuego en el corazón, con la furia en la palabra, con el cuerpo desbordado de pasiones, sin elocuencia, con animismos, con suspiros, con sueños y pesadillas, con el amor aventurero.
A mi no me vengan a decir estupideces sobre como dominar los sentimientos... ¿Acaso Riso o Cohelo no se han enamorado perdidamente rozando el borde de la locura? ¿Acaso no sintieron el vacío que quita el hambre en el estómago y despertaron ese día sabiendo que, aunque de pie, nunca levantaron la cabeza? ¿O tal vez no han sentido el éxtasis de derrumbarse en melancolía y hacer cortinas de humo de vino, sexo, o cualquier otra cosa que empañara por un momento la ausencia del ser amado?
A mí que no me den concejos de amor ni psicólogos ni gurus espirituales... yo quiero vivir la experiencia del desespero, la agonía, el reencuentro con la voz interna, con la música de la nostalgia, con el frío de una cama a medio llenar.
A mí que me den concejos quien me invite a experimentar alguna insana estupidez, o quien me diga que llorar es sano y es mucho más sensato y honesto que fingir palabras decoradas.
Que no me hablen de amor propio aquellos que no saben entregarse totalmente, o los que no prometen eterno amor, o nunca amaron con pasión adolescente. Confío más en el concejo de las viudas, ancianas y divorciadas, que han vivido, amado y llorado hasta el hielo de sus huesos, y cuyos ojos guardan el gris de las memorias de los amores perdidos.
Cierro este bélico y contestatario escrito afirmando que nadie puede recetar la manera correcta de sanar un corazón roto, nadie, ni siquiera quienes se las dan de versados y elevados espiritualmente, porque para ellos "el amor NO es su vida, el amor es su TRABAJO" (frase cliché tomada de cierta película de citas).
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